lunes, 13 de julio de 2015

Intolerancia a la lactosa

En las personas con intolerancia a la lactosa, su intestino delgado no puede digerirla, pasando al intestino grueso, donde su fermentación puede causar gases, hinchazón, diarrea o naúseas.



La lactosa es el azúcar de la leche, un disacárido formado por una molécula de glucosa y otra de galactosa. Cuando la lactosa llega al intestino delgado, la enzima lactasa actúa sobre la lactosa que se encuentra en los alimentos ingeridos, dividiéndola en las dos moléculas que la componen, con el fin de que puedan ser absorbidas, digeridas y transportadas a través del torrente sanguíneo.
Cuando la persona tiene un déficit de lactasa (la enzima lactasa presenta una baja concentración o no se produce), la lactosa de la dieta no puede ser digerida en el intestino delgado, pasando directamente al intestino grueso, donde es fermentada por la flora bacteriana, provocando náuseas, diarrea, calambres, gases e hinchazón del vientre. Esta situación se conoce como intolerancia a la lactosa, alactasia hereditaria, alactasia congénita o hipolactasia.
La intolerancia a la lactosa es muy común y afecta al 75% de la población en todo el mundo. Hay ciertos grupos étnicos más propensos a padecer esta afección, como las razas asiáticas, en las que cerca del 90% de la población presenta este trastorno intestinal. También es frecuente en grupos africanos, hispánicos y procedentes del sur de la India. En España, el trastorno afecta aproximadamente al 19-28% de la población.

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