miércoles, 15 de julio de 2015

Diagnóstico en la intolerancia a la fructosa


Para el diagnóstico se precisa un alto grado de sospecha, debiéndose incluir en el diagnóstico diferencial de todas las enfermedades digestivas que cursen con síntomas predominantes de dolor y distensión abdominal, así como en aquellos casos que además hay alteraciones del ritmo intestinal. En los niños con importantes síntomas gastrointestinales y bajo desarrollo también hay que considerarla. Se puede decir que se trata de una síndrome muy frecuente (tal vez más que la intolerancia a la lactosa) pero que aún sigue siendo muy desconocido por pacientes y médicos, por lo que se considera que está claramente infradiagnosticada.
El test de Hidrógeno espirado se puede considerar como la mejor prueba para el diagnóstico. Esta exploración es un test funcional ya que el papel de médico de digestivo en colaboración con un personal de enfermería entrenado es fundamental, no solo a la hora de evaluar la gravedad de la malabsorción sino también a la hora de valorar los síntomas que esta produce, lo que permitirá finalmente establecer un diagnóstico y dieta adecuada.
El test se realiza con el paciente en un ayuno mínimo de 8 horas, estando solo permitido la ingesta en ese tiempo de agua. Además es conveniente que en las comidas de las últimas 24 horas no existan importantes cantidades de fruta, verdura o legumbres, que enlentecen el tránsito intestinal. También es necesario que la flora intestinal este intacta, por lo que en los últimos 7 a 10 días el paciente no habrá tomado antibióticos y en las últimas 24-48 no habrá tomado laxantes que se usan en la limpieza intestinal antes de una colonoscopia. Tampoco está permitido masticar chicles o tomar caramelos en horas previas o fumar 2 o 3 horas antes del estudio (el tabaco da falsos positivos en el test).
El test en si consiste en la toma de una muestra de aire durante una espiración dentro de un pequeño aparato que contiene un sensor para el Hidrógeno, por lo que se trata de una técnica no invasiva y exenta de riesgos. Una vez conocido el valor basal se le administra al paciente una solución de fructosa, sorbitol o fructosa-sorbitol, siendo tal vez lo más adecuado lo último, ya que en los alimentos ambos azúcares suelen estar siempre combinados y aunque se genera un mayor riesgo de positivos no debemos olvidar que estos test son de provocación y lo que realmente debemos de evitar son los falsos negativos. Las dosis de cada azúcar dependen del método de cada laboratorio pero generalmente se usa unos 25 gramos de fructosa y 5 gramos de sorbitol, debiéndose corregir la dosis en el caso de que el paciente pese menos de 25 kilos (en estos casos se dará una dosis en función del peso que tenga en el momento del test). Posteriormente el paciente soplará de nuevo en el aparato que recoge las muestras cada 15-30 minutos durante un periodo de 2 a 3 horas, según los casos y según la evolución de los niveles de hidrógeno y síntomas.
Además de registrar los niveles de hidrógeno de cada muestra, se deben de interpretar los síntomas que vayan apareciendo en el paciente durante el test e intentar correlacionarlos con la malabsorción. También en función de los niveles de hidrógeno es conveniente clasificar la malabsorción en leve, moderada y grave así como los síntomas que ésta produce en el paciente.
La prueba de curva de glucemia tras la administración de fructosa y/o sorbitol también puede ser útil aunque es menos específico y es más costoso y molesto para el paciente, ya que precisa extracciones de muestra de sangre antes de la sobrecarga y cada medía hora durante las siguientes 2 o 3 horas.
La biopsia intestinal y el estudio genético de momento no tienen utilidad actualmente en el diagnóstico de esta malabsorción.



Frutas con mayor exceso de fructosa y sorbitol


Productos ricos en fructosa y sorbitol.

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