viernes, 26 de agosto de 2016

El Mesón de Fuencarral: los sabores de siempre

Productos de calidad sobresalen de su carta que, sin renunciar a lo tradicional, se adapta a los nuevos gustos de los clientes


El interior del restaurante

En 1932, los abuelos del actual propietario, Ramón Dios, decidieron instalar un mesón castellano en lo que hasta aquel momento había sido una vaquería, y antes una casa de postas. La expansión de la ciudad a través de nuevos barrios ha llegado prácticamente hasta ese kilómetro 14 de la carretera de Colmenar donde se encuentra este mesón que, a pesar de todo, sigue siendo un sitio tranquilo con numerosa clientela a diario y llenos los fines de semana. Un buen lugar además para estas noches de verano, con una amplia y agradable terraza para cenar al aire libre.

De la mano de Ramón Dios el restaurante se ha modernizado en algunas cosas, pero se mantiene inmutable en cuanto a decoración, con esos comedores antañones de mesón tradicional, y en cuanto a la oferta de la carta. Una carta, eso sí, más reducida que la de antes para garantizar mayor calidad, y más ceñida a los productos de temporada. Platos para una clientela habitual que no busca novedad alguna y sí sabores de siempre, producto de calidad y precios ajustados.

La carta, sin renunciar a la tradición de la casa, se va adaptando a los nuevos gustos de los clientes. Así van desapareciendo platos de casquería que en tiempos tuvieron un gran éxito. Ya no están las criadillas de cordero, ni las mollejas. Aguantan aún los sesos rebozados, los callos a la madrileña y, de vez en cuando, que no siempre los hay, los riñones de lechal. Pero el cambio más importante de estos últimos años es la incorporación de una carta paralela, especial para celíacos, que incluye nada menos que cuarenta platos sin gluten.

Igual que hace ochenta años, el principal reclamo de El Mesón de Fuencarral son los asados en horno de leña, tanto el de cordero lechal de Aranda (24 €) como el de cochinillo de Segovia (23). Bien de punto ambos, acompañados con una refrescante ensalada de lechuga y cebolla. Sin embargo, las patatas necesitan una revisión. Antes de los asados hay un amplio surtido de entradas. Sobresale en esta época veraniega el gazpacho (10), que se hace como antiguamente, a mano, majando el tomate con bolas de miga de pan y el resto de hortalizas y añadiendo aceite de oliva, vinagre y agua. Una excelente, sabrosa y refrescante sopa fría.

Tienen mucho éxito los torreznos (14), muy crujientes. Y no fallan ni la morcilla (13) ni la chistorra (12). Las croquetas (14), sin embargo, pecan de un rebozado algo basto. La sopa castellana (11) de esta casa es otra de las especialidades inmutables. Y para los estómagos más recios, imprescindibles los huevos fritos con migas y chorizo (14). Como alternativas más ligeras, chuletillas de cordero (19), el inevitable solomillo (24) o, si se prefiere pescado, tacos de merluza rebozada (22), con el pescado bien frito y jugoso. Cocina de siempre, popular, pero bien ejecutada.

Y lo mismo ocurre con los postres, que van desde leche frita al estilo hasta el flan de huevo o helados que se hacen en el propio restaurante. La carta de vinos es casi tan tradicional como la de platos, aunque se van incorporando algunas referencias más actuales.

Datos útiles: 

Ctra. de Colmenar Viejo (M607) Km. 14,500
Salida 15 – Vía de Servicio – Sentido Madrid
28049 Madrid
Teléfono: +34 917 341 019 / +34 917 347 754
Fax: +34 917 340 577
No cierra. 
Terraza. 
Aparcamiento. 
Lo mejor: Los asados. 
Precio medio: 55 €. 
Calificación: 7.

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